Un nuevo día nos espera y nuestro propósito es abandonar Estambul, atravesar la frontera turca y dormir en Grecia. Amaneció lloviendo con bastante fuerza y al tener tan poca visibilidad no cogimos la dirección correcta y cuando nos quisimos dar cuenta llévamos 200 Km y estábamos a tan solo 3 Km de la frontera con Bulgaria. Tuvimos que bajar por territorio turco en paralelo con la frontera con Grecia hasta que pudimos entrar nuevamente por la frontera que habíamos dejado atras unos días antes. Otra vez nos esperaban las 4 cabinas, revisar lo revisado y una hora para entrar finalmente en territorio Griego. Proseguimos nuestro viaje por las perfectamente asfaltadas autopistas griegas que son gratuitas para las motosy nos desviamos para dormir en Kozani, un pueblecito rodeado de montañas y donde hacía bastante frío. La etapa de ese día la recordamos como muy dura al realizar 900 km, atravesar la frontera con Turquía y estar cerca de 13 horas encima de la moto.
Atardecer en Igoummenitsa
Al día siguiente desde Kozani nos dirigimos a saborear el rincón más escondido de Grecia (Zagoria) y disfrutamos de unos buenos paisajes y carreteras retorcidas con un asfalto bastante malo hasta llegar a Igoumenitsa donde esa misma noche debíamos coger el barco dirección a Italia. Ya entrada la noche en el puerto coincidimos con Michaelo, un italiano de Napolés que llevaba trabajando 17 años en Bulgaría y sin duda nos reimos bastante con él ya que nos recordaba mucho en la forma de ser a nuestro carismático actor Alfredo Landa.
Nos contó inumerables aventuras de cuando era más joven, del accidente en moto que le dejo en coma más de 3 días y se relamía los labios cuando nos hablaba de las mujeres bulgarás, ya que para él eran de lo mejorcito de Europa. Para terminar de animar la fiesta llego un camionero alemán con la música a todo trapo y un autobús repleto de adolescentes americanos con ganas de juerga. La verdad que disfrutamos mucho esas 2 últimas horas hasta las 00:30 antes de coger el barco por el buen ambiente que reinaba entre los pocos que estábamos esperando…un caminonero alemán pletórico, un italiano melancólico, un autobús de fervientes adolescentes y un par de locos apasionados de los viajes en moto
Con el gran Michaelo…todo un personaje
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Esa noche no teníamos reservado camarote y nos tocó dormir en las alfombras del bar del barco, aunque la verdad dormimos muy poco ya que hasta que no cerraron la barra «tuvimos que aguantar» todo el repertorio de música griega y a los jóvenes americanos que cada vez estaban más eufóricos por los efectos del alcohol.,,,aun resuena en mi cabeza la genial canción de la película Zorba el griego y que tantas veces habéis escuchado vosotros también. con ese devenir progresivo, alegre, ese baile con las manos en los hombros de tus compañeros y ese ritmo in crescendo….fue una gran noche en el que algunos reían cuando quizá en el fondo estaban tristes pero tenían claro que la sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes….ahora todo son recuerdos.
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