Buscando el encanto del norte de Portugal

Un viaje sin prisa, buscando frescor, belleza y calma compartida

No todos los viajes se miden en kilómetros. Algunos se miden en miradas, en silencios compartidos, en la brisa fresca que llega al casco mientras el mundo pasa lento a los lados.

Esta ruta en moto por el norte de Portugal no ha buscado velocidad…ha buscado alma. Huyendo del calor, elegimos carreteras secundarias, caminos que serpenteaban entre montañas, aldeas de piedra y bosques sombríos. Cada parada estaba pensada para disfrutar, no para avanzar.

Empezamos en tierras altas, cruzando Sanabria hasta llegar a Bragança, donde las murallas antiguas nos recuerdan lo que permanece. Desde ahí, rodamos hacia el verde profundo del Parque Natural de Montesinho, hasta el refugio tranquilo de Montalegre.

Seguimos por el corazón del norte portugués, entre caminos estrechos y paisajes que parecen detenidos en el tiempo. En Pitões das Júnias, la piedra y el silencio nos dan la bienvenida.
Y justo después, nos detenemos en un lugar especial: las cascadas de Portela do Homem, en plena frontera natural, donde el agua baja clara entre rocas y bosques, y el viaje se convierte en pausa perfecta. Un baño fresco. Una mirada sin ruido. Una postal que no se olvida y rumbo a la romántica Oporto.

El camino continúa hacia Soajo, con sus espigueiros que miran al valle, y nos lleva a descansar en Arcos de Valdevez, entre puentes antiguos y sombra de parras. Ponte de Lima nos recibe con flores, vino joven y aire de domingo eterno. Y Chaves nos despide con sus aguas termales y su casco histórico intacto, donde cada piedra parece tener algo que contarnos.

Hemos dormido en alojamientos con alma, comido donde la cocina habla de la tierra, y nos hemos movido sin reloj. Porque este no era un viaje de conquista, sino de conexión: con la ruta, con el paisaje, y entre nosotros. Un viaje para saborear sin prisa para comprobar que la edad no se nota… cuando se viaja bien acompañado.

“No viajamos para llegar, sino para saborear el camino juntos.”


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Al Límite en el Desierto: Una Etapa Inolvidable del 1000 Dunas

Hay días que marcan un antes y un después en la vida de cualquier viajero. Este fue uno de ellos.

Después de más de doce horas sobre la moto, recorriendo terrenos duros e implacables, me encontraba completamente exhausto. Había pasado casi dos horas perdido en un altiplano, sin poder encontrar la pista de bajada. La arena parecía interminable, y cada kilómetro se sentía más pesado que el anterior. A unos 40 kilómetros del final de etapa, ya sin agua ni barritas energéticas, empecé a notar algo que nunca antes había sentido: las manos me temblaban.

Intenté concentrarme. Frente a mí, el atardecer desplegaba un espectáculo silencioso y hermoso, y la pista, por momentos firme, me ofrecía un hilo de esperanza para seguir adelante. Pero no duró mucho. Más arena, más esfuerzo, más temblores. El miedo a perder el conocimiento comenzó a asomarse, sobre todo porque meses atrás había sufrido un pequeño susto. Aunque sin consecuencias, ese episodio había quedado grabado en mi memoria como un recordatorio constante de mi vulnerabilidad.

El sistema Stella comenzó a enviar alertas: ¿estás bien?, ¿necesitas ayuda médica?, ¿problemas mecánicos? El sol ya había desaparecido y, en medio del arenal, sin fuerzas ni siquiera para bajarme de la moto, no tuve más opción que apretar el botón de emergencia.

Lo siguiente fue una mezcla de alivio y emoción. El equipo de rescate apareció rápidamente. Me ofrecieron agua, zumo, palabras de aliento. Y, como si fuera una escena de película, un piloto profesional, @rubenjjr, se acercó y me ayudó a llevar la moto hasta el campamento. Nunca olvidaré ese gesto.

Ese día llegué al límite. Física y mentalmente. Y, sin embargo, fue uno de los momentos más intensos y significativos de mi vida como viajero. El @1000dunas hizo honor a su eslogan «Ride your limits». No solo se trató de una prueba deportiva, sino de una experiencia transformadora que ya forma parte de mis mejores recuerdos.

«El cuerpo se rinde antes que el alma; ese día, ganó el alma.»


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